El pasado 6 de mayo, aprovechando las primeras mañanas calurosas del mes de mayo, un nutrido grupo de “Amigos del Románico” decidieron conocer la vallisoletana comarca de Monte Torozos y su destacado Patrimonio levantado por los primeros pobladores mozárabes asentados al norte de Tierra de Campos, a la que llegarán maestros canteros procedentes de los Condados catalanes, y en la que se levantará un imponente monasterio siguiendo la corriente artística del Císter.
Las visitas dieron comienzo en Wamba, municipio de origen visigodo en el que se levantará, hacia el año 928, la iglesia de Santa María sobre los cimientos de un templo visigodo fechado hacia el siglo VII, conformando uno de los primeros cenobios de origen mozárabe de la comarca. El edificio destaca por su cabecera mozárabe, compuesta por tres capillas rectangulares sustentadas por arcos de herradura, de clara influencia asturiana y visigoda. La portada occidental es el elemento exterior mas interesante, rematada por un tejaroz sustentado en canecillos con rostros humanos y cabezas de animales, presenta tres arquivoltas de medio punto, que aún mantienen algún resto de policromía, y chambrana. El tímpano, que conserva igualmente policromía, está decorado con flores cuadripétalas, descansando sobre dos mochetas de rostro barbado. A finales del siglo XI el templo será propiedad de la Infanta Doña Sancha, que lo donará a la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan, provocando una profunda transformación en el monasterio de origen mozárabe al ser refundado como hospital de peregrinos, sustituyendo parte del edificio por una nueva construcción románica.
Tras dejar a un lado del camino el imponente castillo de la localidad de Torrelobatón, la Jornada continúa en San Cebrián de Mazote, con la visita a la iglesia de San Cipriano o de San Cebrián. Construida igualmente sobre un edificio de origen visigodo, el conjunto arquitectónico muestra claras influencias del arte paleocristiano, visigodo, asturiano y califal.
De la mano de Aurelio, el guía oficial de San Cebrián, y tras una breve introducción sobre el proceso de repoblación mozárabe en la comarca, se centró el interés de la visita en la triple cabecera compuesta por un ábside central con forma de herradura cubierto por una bóveda gallonada, flanqueado por dos ábsides laterales de planta rectangular. La nave central se rematará igualmente con un ábside contrapuesto de bóveda gallonada, poniendo de manifiesto la influencia de las iglesias norteafricanas de ábsides contrapuestos del siglo V, y que se extendieron por el sur y oeste peninsular a lo largo del siglo VI.
Siguiendo el curso del arroyo Bajoz, y disfrutando de las vistas que el páramo castellano nos ofrecía, continuamos la visita hacia la población de La Santa Espina, en cuyo valle la Infanta Doña Sancha ordenó levantar el monasterio cisterciense de Santa María de La Santa Espina con la intención de albergar una de las espinas de la corona de Cristo que le fue donada por el rey de Francia Luis el Joven, y en cuyas inmediaciones tuvo lugar el primer encuentro entre el rey Felipe II y su hermanastro Don Juan de Austria.
Del periodo románico se conserva la Sala Capitular, fechada a comienzos del siglo XIII, la sacristía, el armariolum y la planta de la iglesia, que sigue el esquema propio de la Orden del Císter: planta de cruz latina distribuida en tres naves, siendo la central de mayor altura, y dos naves laterales sustentadas en arcos formeros de medio punto, rematadas por una sencilla bóveda de crucería cuatripartita. Tras disfrutar del paraje excepcional en el que se ubicaba el monasterio, nos dirigimos a la villa medieval de Urueña, en la que nos esperaba mesa y mantel para compartir un menú típicamente castellano a cargo de “Los Lagares de Urueña”, y en el que dimos buena cuenta de la calidad del producto local que bien mereció el paseo por la muralla que rodea tan “literaria” villa antes de continuar con la siguiente visita.
A las puertas de tan imponente muralla nos esperaba Carmen, guía oficial de Urueña, que nos acompañó en la visita a la ermita de Nuestra Señora de la Anunciada, magnifico edificio del Románico lombardo que asombra en medio de un valle castellano. Construida en sillajero de piedra caliza de la comarca, es el único templo de dicho estilo arquitectónico que conserva la planta en su integridad fuera de territorio catalán y aragonés. Construida sobre un pequeño cenobio de origen mozárabe llamado San Pedro y San Pablo de Cubillas, en su exterior destacan las características “bandas lombardas” que decoran los ábsides y un cimborrio octogonal sustentado en el interior del edificio por marcadas trompas, en el que destaca una cabecera estructurada en tres ábsides semicirculares rematados por bóvedas de horno.
La Jornada finalizó acompañada por el atardecer vallisoletano, tras un día repleto de momentos para el intercambio y el disfrute, con la confianza de la escribe esta Crónica de haber generado en todos los asistentes ganas de “más Románico”.
CORDINADORA ADR CASTILLA Y LEON