Existen algunas Iglesias en Cantabria que, a pesar de mantener el culto, muestran innegables cicatrices en su arquitectura; el paso del tiempo, y un mantenimiento deficiente, o inexistente en algunos casos, nos obliga, como amantes del patrimonio medieval, a levantar la voz y hacernos eco de los esfuerzos de algunos pueblos, por mantener en pie y en un estado decente, los templos alrededor de los cuales ha girado su historia.
Tal es el caso de San Bartolomé de los Montes, en Voto, Cantabria, donde vecinos y el propio Párroco, han constituido la “Plataforma de Amigos de San Bartolomé”, a fin de promover iniciativas para la conservación, restauración y divulgación de esta iglesia y su entorno.
La Iglesia de San Bartolomé de los Montes es una de las muchas iglesias cántabras que mantienen decoraciones románicas unidas a elementos arquitectónicos de clara influencia gótica. Normalmente asociadas a una forma de arquitectura popular rural donde ambas corrientes coexisten de un modo natural y que en algunos casos llegan hasta bien entrado el siglo XIV.
La estructura de San Bartolomé preserva elementos arquitectónicos muy atractivos a los ojos del espectador, especialmente en su ábside, caracterizado por vestigios de un románico tardío con marcadas influencias de la transición hacia corrientes decorativas populares. La construcción revela la superposición de diversas etapas históricas, como comentábamos antes, característica común en muchas iglesias de Cantabria, convirtiéndose así en un compendio visual de las sucesivas contribuciones de diferentes estilos y gustos a lo largo del tiempo.
La edificación se inició seguramente en la segunda mitad del siglo XIII, exhibiendo una clara inclinación hacia el románico en términos decorativos, pero con la incorporación de soluciones constructivas propias ya del gótico. Aunque la presencia de elementos románicos es evidente, el diseño inicial ya revela características constructivas avanzadas, particularmente en el ábside, que destaca por su altura inusual y una anchura poco convencional en el contexto del románico clásico del siglo XII. Los contrafuertes exteriores, fuertes y escalonados, sugieren una posible influencia de los monasterios cistercienses de finales del siglo XII.
El ábside conserva su esencia románica en el exterior, con una cabecera semicircular, una cornisa sencilla adornada con una serie de canecillos variados, algunos de ellos ornamentados con motivos como cabezas de animales y trazos geométricos. A pesar de la rusticidad de algunos detalles, se observa una diversidad de formas, incluyendo aspas resaltadas, círculos concéntricos y elementos que podrían evocar la cruz de San Bartolomé.
Fijándonos en el exterior se nos revela una puerta amplia en el muro meridional de la nave, con un arco casi de medio punto y chambrana exterior abocelada, aunque esta entrada fue posteriormente cerrada con cal y tejas, dificultando la suposición de la existencia de arquivoltas. Además, se identifican cuatro huecos no románicos en la cabecera y una ventana de arco de medio punto en el muro norte del presbiterio, inicialmente sin decoración destacada y posteriormente reducida a una aspillera.
En cuanto a la estructura interna de la iglesia, se observan jambas en el lateral izquierdo que, posiblemente, podrían sugerir la presencia de arquivoltas. Estas jambas muestran cimacios decorados con círculos concéntricos, tres en total, similar a lo identificado en un canecillo del ábside.
En el interior, la iglesia revela un ábside con una elevada arquería ciega compuesta por arcos levemente apuntados que se apoyan en seis columnas. Dos de estas columnas se encuentran ocultas por el retablo principal de la iglesia. La construcción de la iglesia, incluyendo el ábside, se realiza principalmente con mampostería, reservando la sillería únicamente para elementos sustentantes como nervios, pilastras y columnas, lo que refuerza la idea, tal como comentábamos
Los capiteles de las columnas visibles en el ábside presentan características distintivas, siendo de tipo cimacio. El primer capitel, ubicado a la izquierda y notablemente fracturado, adopta una forma rectangular con tres listones horizontales prominentes y lisos. El segundo capitel, hacia el retablo, también es de tipo cimacio y posee tres lados bien definidos con dos listones de gran relieve en la parte superior e inferior. Este capitel se adorna en el centro y los laterales de la cesta con notables cruces o aspas de San Bartolomé, al estilo de uno de los canecillos que encontramos en el alero del ábside.
Los capiteles en el lado derecho del ábside se describen, de adentro hacia afuera, como sigue: el primero con dientes de lobo en la parte superior y cuatro semicírculos en la franja inferior, con aspas o cruces en los laterales. El capitel de la última columna visible repite un motivo de cruces de San Bartolomé entre dos listones horizontales.
El arco triunfal está ligeramente apuntado, y descansa sobre cimacios que apoyan en sendas pilastras, tanto en el lado izquierdo como en el derecho, adornados con los ya mencionados tres círculos concéntricos que previamente se observaron en la puerta y en los canecillos.
La nave de mayor altura que el ábside se cubre con cubierta nervada y claves que se originan en ménsulas adornadas con rostros. En esta nave, adosada a su lado occidental, se erige una robusta torre campanario, añadida probablemente en los siglos XVII o XVIII.
El actual estado de la Iglesia, tanto al exterior, como en algunas zonas del interior, es evidentemente preocupante. Se nos antoja, y creo que nuestros lectores estarán de acuerdo, que sería deseable, y en pos de tal empeño nace la plataforma de amigos de San Bartolomé, alguna intervención que adecentase las zonas más desprotegidas.
Animamos desde aquí a nuestros lectores, ya que siempre es un acicate a la recuperación del Patrimonio, a acercarse a conocer el templo y el maravilloso entorno. Desde aquí nos ponemos a disposición de la Plataforma para cualquier cosa que pudieran necesitar de la Asociación Amigos del Románico. Esperamos que este breve apunte sobre la Iglesia suponga un primer paso para una colaboración fructífera.
Óscar M. Ruiz - Coordinadora AdR Cantabria - Asturias