Hace cinco años, cuando por primera vez me encontré en el valle de la Valdorba en Navarra con la portada de la Iglesia de San Pedro ad Víncula de Echano, percibí que algo que allí estaba esculpido se salía de los cánones y no encajaba en las definiciones y en los sesudos estudios de los múltiples libros de Historia del Arte que tanto a nivel general como especializado documentan el Románico en todas sus facetas.
No sabía qué era lo que no encajaba. Y esa intriga me hacía volver a visitarla a menudo y a recorrerla, asombrado, con la mirada de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. Enseguida empecé a mandar fotos a través de Internet a otros estudiosos del románico tanto españoles como europeos y las contestaciones eran siempre las mismas: nadie había visto nada igual, ni en composición, peinados, barbas…Lo más parecido, y a notable distancia, era la portada de Santa María de Uncastillo, realizada en fechas posteriores.
Con el paso del tiempo la intriga fue en aumento y me llevó a leer todo lo que encontré escrito hasta la fecha sobre esa portada. Curiosamente los diferentes autores repetían más o menos la misma descripción: portada al norte, con seis arquivoltas profusa y espléndidamente decoradas, y, en la de en medio, veintiséis personajes de los cuales cuatro tocaban instrumentos musicales sentados a la mesa formada por el baquetón. La descripción de las actitudes de los personajes y los motivos de su presencia variaban, aunque de una forma inapreciable, para unos se representaba un banquete, para otros había veintiséis personajes de condición marginal y para los demás solamente había 26 personajes que alternativamente levantaban las manos o las tenían sobre la mesa. Únicamente D. Tomás Biurrun y Sotil (El arte románico en Navarra, Pamplona 1936, p. 678) se aproxima al sentido de la representación: "Es posible que, aquellos músicos que manejan la flauta cuadrada y otros diversos instrumentos, quieran representar una fiesta celebrada por el Señor de Echano y del Val de Orba."
Pero vayamos por partes. Después de arduas e infructuosas investigaciones acerca del origen y propiedad de la mencionada iglesia, -había llegado un momento en que no sólo me atraía por su portada, sino que también entreveía un halo misterioso en torno a quién y por qué la construyó (actualmente sin ningún edificio en su entorno ni señales de ellos a más de 250 metros a la redonda)-, un buen día encontré un documento de 1550 en el que se decía que había pertenecido a un palacio con casa, casal y vecindad con su torre y molino, tierras y heredades… Este hallazgo fue corroborado por un documento gráfico posterior consistente en una foto aérea efectuada en 1931 en la que se apreciaban unas importantes ruinas adosadas al hastial de la iglesia, entre las que sobresalían una torre y los restos de un edificio adosado en el lado sur.
Había dado un gran paso. Ya sabía que fue la iglesia de un palacio, pero ¿quién fue el comitente? Sin duda se trataba de un personaje de linaje y con medios suficientes, pues estamos ante la iglesia rural más rica en materiales y decoración del románico rural navarro y, sin duda, la mejor y más grande de toda la Valdorba, demarcación compuesta en la actualidad por 23 localidades y algunos desolados más.
Las siguientes investigaciones ya no dieron resultado, y, por consiguiente, mientras no aparezca algún documento que aclare la propiedad inicial, tendremos que pensar que como decía Tomás Biurrun fue el señor de Echano y del Val de Orba quien mandó construir el palacio y su iglesia en torno a los años 1160 - 1170.
¿Pero qué ideas o hechos incitaron al Sr. de Echano a mandar reproducir las fiestas de las Kalendae Januariae en la portada? Porque, aunque fuera de toda ortodoxia románica, eso es lo que se está representando en esa misteriosa arquivolta. Tampoco sabremos qué pasó por su cabeza, pero lo que sí se puede constatar es que a la derecha (izquierda del espectador) de la dovela clave, que representa a un personaje exclusivo como veremos más adelante, hay una máscara, símbolo de la ocultación y del misterio, del equívoco y en definitiva del carnaval. A continuación, de nuevo a su derecha, se muestra un personaje con dos cabezas: imagen significante del dios Jano, cuyo atributo es la doble cabeza o cara (bifronte) y al que en el mundo romano se celebraba culto desde comienzo de año, es decir, desde enero, hasta la Primavera. El modo de celebrarlo era saliendo a la calle con máscaras, sobre todo en las barriadas rurales y en los pueblos, acompañándose con cencerros, adornándose con cucuruchos o vistiendo trajes estrambóticos.
Aquellos 26 personajes a que aluden diversos autores, como vemos se han convertido en veinticuatro: uno de ellos con dos cabezas, más otro que representa una máscara. En su composición se utiliza el esquema representativo del "retrato colectivo", según describe André Grabar . En la clave se sitúa un personaje, el "Señor de Echano y del Val de Orba", que, con las manos en las rodillas e investido de autoridad con unas luengas barbas rizadas hacia fuera, "preside" la mesa rodeado de otros veintitrés personajes: uno de ellos representado a Jano y los demás familiares, militares y señores de su entorno, que le acompañan festivamente. Cuatro tocan instrumentos y los restantes aparecen con las manos levantadas -símbolo expresivo de la voz y el canto - o tocando las tejoletas, el resto, las apoya sobre la mesa.
Pero no acaba ahí su "originalidad". Los tres capiteles historiados, de los seis en los que recaen las arquivoltas, también tienen su incógnita. De izquierda a derecha del espectador vemos en el primero a dos caballeros elegantemente vestidos que esperan con palmas de gloria la llegada de "alguien". En el siguiente, ese "alguien" (imposible reconocerlo porque tiene la cara destrozada, pero se puede asegurar que sería el mismo de la clave) descansa sentado, mientras dos caballeros, uno a cada lado, apoyan una mano en sus brazos en señal de familiaridad, respeto o consideración. Y por último, en el tercero, vemos al mismo personaje de la clave, el Sr. de Echano, con sus luengas barbas rizadas hacia fuera, que, de pie en la esquina del capitel, recibe el homenaje y la ofrenda de dos caballeros que, rodilla en tierra, le entregan algo (lamentablemente el capitel está deteriorado como para apreciar que es lo que le ofrecen).
Así como de las ruinas del palacio no ha quedado ni rastro, la iglesia nos ha llegado intacta. Pertenece al románico tardío, influido por el nuevo estilo cisterciense, como se evidencia en la bóveda ligeramente apuntada o en los capiteles interiores decorados con motivos vegetales, salvo los del último tramo que son historiados. Conserva una completa colección de canecillos de una gran carga simbólica, treinta y siete bajo el tejado del edificio y 10 bajo el tejaroz de la portada.