Convocados por el grupo de FSR acudimos a la ciudad de Sigüenza en la que se iban a celebrar la Asamblea Anual de nuestra Asociación, acompañada en esta ocasión de Asamblea Extraordinaria puesto que estamos en año de elecciones también en AdR.

Ilusionados acudimos al encuentro en gran número, pues éramos 105 los inscritos para las actividades programadas.

Sigüenza, la ciudad elegida este año, es ciudad monumental declarada Conjunto Histórico Artístico en 1965 y BIC en 1985. En la actualidad nos encontramos con una villa cuyo término municipal habitan alrededor de 5000 personas, bellísima y bien cuidada, que nos asombra por su potente monumentalidad con sus dos hitos más visibles, Castillo y Catedral, que conserva sus calles empedradas, y empinadas, en la ladera que se extiende entre ambos. Sus edificios de arquitectura palaciega y otros edificios como conventos, Seminario o Universidad nos hablan de la pujanza económica del Obispado Señorío de Sigüenza en los siglos medievales y en la Edad Moderna. Pues, además de la ciudad medieval, tenemos muestras de la ciudad renacentista, barroca y neoclásica, de modo que del XII al XVIII nos presenta una evolución urbana y artística continuada.

Actualmente, por lo que vemos y por lo que nos cuentan, solo los fines de semana los lugares históricos y monumentales se llenan a rebosar mientras durante la semana las calles están más bien vacías.

Conserva también gran parte del recinto amurallado y varias de sus puertas, y en el interior del mismo un trazado urbano medieval que evolucionó armónicamente, añadiendo plazas o modificando edificios, manteniendo la belleza del conjunto. El casco histórico de Sigüenza nos traslada a otro tiempo. Ha sido un lujo pasar un fin de semana sumergidos en lo que nos parece una burbuja suspendida en el pasado.

¡Se va a notar mucho que desconocía totalmente esta ciudad! Por ello me han asombrado tanto su belleza y singularidad y la gran riqueza artística que atesora. Al igual que sus contornos de belleza paisajística y arquitectónica dignos de ser cuidados con mimo y revitalizados, si es posible, con pobladores estables. Prometo, desde esta periferia lejana, regresar para a tierras de Sigüenza y Guadalajara.

El viernes día 5, día de nieve en la serranía y que cubrió de blanco los tejados de la ciudad a última hora de la tarde, se desarrolló la actividad preliminar del programa que nos atrajo a estas tierras: la conferencia de José Arturo Salgado Pantoja titulada Hitos románicos en el entorno de Sigüenza, realizada en el Teatro-Auditorio El Pósito. Allí fuimos recibidos y saludados por la concejala de cultura del Ayuntamiento y por la presidenta de la Asociación de Amigos de la Iglesia de Santiago de esta ciudad quienes nos comunicaron la empresa ya iniciada de constituir un Centro de Interpretación del Románico de Guadalajara que tendrá su sede en la citada iglesia.

La conferencia resultó una perfecta introducción a las actividades que habían de desarrollarse en los siguientes días. El autor es profesor de Historia del Arte en la Universidad de Castilla La Mancha, gran conocedor del románico de la provincia de Guadalajara al cual ha dedicado el libro Todo el Románico de Guadalajara recientemente editado por la Fundación de Santa María la Real, en mayo de 2018. Él mismo nos acompañaría en los días siguientes en las visitas a la Catedral y a las iglesias del entorno.

Del románico rural de la zona señaló como primera característica su carácter sobrio en la decoración, muy escasamente historiada, de capiteles de canon alargado decorados con motivos vegetales, sobriedad y estilo deudores en general de la construcción de la Catedral, a la que enseguida alcanza el influjo cisterciense. Un románico que no existe hasta muy avanzado el siglo XII y en el que participan talleres que trabajan en la Catedral. Señaló la gran importancia de la ubicación en tierras de frontera, la inestabilidad de la Marca Media luego de la llegada de Alfonso VI a Toledo que no se estabiliza en esta zona hasta bien entrado el siglo XII.

Respecto a la pervivencia de este románico rural destacó que ha sido determinante el fenómeno de la despoblación, con dos momentos distintos con diferentes efectos y problemática también diversa, que son la despoblación que afectó a estos contornos desde el siglo XIV y el despoblamiento actual. En el primer caso la falta de población favoreció el que las iglesias permanecieran en el estado en que fueron construidas, con alteraciones que no afectaron al conjunto románico porque no fue necesario realizar ampliaciones del edificio, solo aparecen sacristías como añadido junto a la cabecera. Cuando en algún caso se plantearon renovar la iglesia del pueblo para adaptarla a los gustos de épocas posteriores la carencia de recursos evitó que fueran derribados los viejos muros. Una suerte para nosotros que podemos conocer estas iglesias tal como fueron. La despoblación del siglo XX, en cambio, la existencia de pueblos vacíos en los que no hay nadie que resida todo el año, no tiene ningún efecto favorable, sino que origina graves problemas de conservación y mantenimiento de las iglesias a la vez que las deja más expuestas al vandalismo y, aún peor, al expolio.

Destaca en el románico rural de la serranía de Guadalajara que sus iglesias de pequeñas dimensiones cuentan con pórticos adosados, espléndidas galerías porticadas muchos de ellos. También la existencia de pilas bautismales románicas conservadas in situ, pilas de importante dimensión en las que se practicaría el bautismo de inmersión de niños, no de adultos.

Es de señalar el plan de intervención “Románico de Guadalajara” que tuvo como prioridad inicial la rehabilitación y restauración arquitectónica de veintisiete templos de la provincia, previa una fase de estudio de los mismos, proyecto que fue dirigido por nuestro conferenciante y gracias al cual hoy podemos ver las iglesias del románico rural de Guadalajara tal como eran, rescatadas de los usos diversos que tuvieron y despojadas de las tapias y rellenos que cegaron sus bellas galerías porticadas.

Al salir de la conferencia, ¡oh, maravilla!, gruesos copos de nieve nos saludaron también recordándonos que estamos a 1000 m de altitud. Y la nieve cuajó de manera que a la mañana siguiente la ciudad ofrecía una esplendorosa imagen con blancos tejados, más bella todavía de lo que es habitual.

El día 6, sábado, comienza con la anunciada visita a la Catedral y su necrópolis y al Museo Diocesano de Arte Antiguo de Sigüenza. Tenemos que dividirnos en tres grupos para ir visitando sucesivamente los tres espacios.

El Museo Diocesano, situado a escasos metros de la Catedral, ofrece en estos días una singular exposición. Es la denominada “Fortis Seguntina” que se celebra con ocasión del Año Jubilar de la Catedral de Sigüenza, concedido por el Papa con ocasión de conmemorarse el 850 aniversario de la consagración de la su iglesia. El Museo celebra, además, su propio 50º aniversario. El Año Jubilar se extiende desde junio de 2018 hasta el 19 de junio de 2019, y la citada exposición se compone de tres etapas sucesivas: la primera estuvo dedicada a la fase románica de la Catedral (“La catedral románica y el Císter”), la segunda es la que nosotros visitamos, dedicada a la “Catedral Gótica y su Mistagogia, 1271-1471” y habrá una posterior dedicada a la etapa renacentista.

Resultó sumamente interesante poder contemplar en la exposición dos maquetas a gran escala de la catedral situadas en paralelo, una de la catedral románica y otra de la catedral gótica a la altura del siglo XV. Son el resultado del minucioso rastreo “arqueológico” de la catedral actual contrastado con las fuentes escitas, y ambas han sido construidas para esta exposición por Jesús Díaz González.

Nos explica la evolución del edificio de la catedral, con el inmejorable apoyo de la contemplación de las referidas maquetas, el canónigo Don Miguel Ángel Ortega Canales, director del Museo Diocesano y Delegado de Patrimonio del Obispado de Sigüenza.

Nos muestra que no se derribó la construcción románica para hacer la gótica, sino que se mantuvo en pie. Llegado el momento, se elevan paramentos, se ciegan vanos, se abren nuevos ventanales y se alzan bóvedas. Destacó la singularidad de la cabecera románica de cinco ábsides decrecientes que obedece seguramente a que el impulsor de la construcción es don Bernardo de Agen, el primer obispo de esta sede, restaurador de la diócesis visigoda en 1124. Él es un monje benedictino cluniacense, natural de Aquitania, que proyecta al estilo de Cluny. Tres naves de cuatro tramos, amplio transepto y cabecera de cinco ábsides escalonados y decrecientes, amén de torres a los pies y en los brazos del crucero. Los cinco ábsides se mantienen durante la etapa gótica, no desaparecerán hasta el siglo XVI en que se modifica la cabecera para realizar la girola.

El obispo Agen había sido designado como tal ya en 1121, con Sigüenza todavía en poder de los musulmanes, y participa como guerrero junto a Alfonso el Batallador en la conquista de la ciudad cuya sede eclesiástica viene a restaurar. Se establece como obispo y señor, y con el propósito de construir una catedral para su sede obtiene de Alonso VII los terrenos de la ladera entre el castillo, su residencia oficial, y las vegas del río Henares, donde se cree que habría una pequeña iglesia. Dispone para sí de los terrenos que, tras ser explanados, le permitirían erigir allí su deseada catedral. No obstante, parece ser que el obispo Agen falleció (1152) sin que se hubiese colocado todavía la primera piedra y que la fase de la edificación material se inició bajo el obispado de su sucesor y sobrino, Pedro de Leucate, quien a su muerte en 1156 deja a la Catedral los cuantiosos diezmos de las salinas de Imón para que se concluyan las obras de la cabecera y el crucero.

Una inscripción situada en la puerta de acceso a la torre sur del crucero, del Santísimo, junto con un crismón inciso en el tímpano, nos da la fecha del 19 de junio de 1169, fecha que se acepta como la de consagración del templo, lo cual supone que las obras se habían cerrado hasta el transepto, estaba terminada la cabecera, aunque las cubiertas fuesen de madera.

A partir de 1170 los obispos de Sigüenza son también abades del monasterio de Santa María de Huerta, cisterciense. La influencia del Císter será la causa de la ausencia de relieves figurativos más allá de lo que ya estaba construido. De procedencia cisterciense es también, señala nuestro guía, el doble registro de arquillos ciegos sobre canecillos de modillones que vemos tanto en el muro sur como en el norte, bajo la línea del alero.

En el Museo pudimos ver en fotografía la cara interior de la capilla mayor con su piso de arquerías cuyas columnas remataban en ménsulas, algunas desparecidas al colocarse el gran retablo de 1609. Otras permanecen en su lugar ocultas por el retablo. Queda en su lugar original una trompa decorada con relieves, en el lado sur del crucero, difícil de ver, pero afortunadamente podemos contemplar una réplica en el museo. Y de las ménsulas de la capilla mayor también.

En la fase constructiva gótica se eleva la altura de las naves y del ábside central, la capilla mayor. Se replantean los vanos cegando unas ventanas y abriendo otras. Los rosetones son aún románicos, dos en el crucero y otro a los pies, en la fachada occidental. También se añaden nuevas torres y se recrecen las que ya estaban en construcción, como era la torre del Gallo en cuya puerta está el crismón y la fecha de consagración.

En la contemplación exterior de la catedral llama la atención el variado colorido de sus sillares. La piedra utilizada es arenisca de canteras bastante próximas a la ciudad en las hay grandes diferencias de color. De ellas salen sillares rojizos, amarillos o parduzcos, de mayor o menor intensidad en sus tonalidades que al emplearse sin un orden determinado crean manchas de color dispersas que dan al conjunto un aspecto un poco desconcertante.

La fachada occidental de la Catedral de Sigüenza consta de una triple portada con arcos de medio punto, muy amplia la central, que en origen tuvo parteluz. Son abocinadas y con decoración vegetal de poco volumen en arquivoltas y capiteles. La decoración de las arquivoltas fue eliminada parcialmente en la central y casi toda en la puerta sur, solo la norte la conserva toda. Es una decoración de escaso volumen, con elementos vegetales y entrelazos geométricos de reminiscencias mudéjares. Un tipo de decoración que luego veremos que se expande por toda la zona, en la ciudad y también en el ámbito rural.

Al entrar por estas puertas al interior del templo nos topamos de frente con un altar situado en el Trascoro y allí, entre brillantes columnas salomónicas de mármoles negros y rojos, se encuentra una pequeña imagen de la patrona de la catedral a la que llaman “Santa María de la Mayor”, un nombre que nos resulta muy extraño pero que se explica porque esta imagen, que es románica del siglo XII, tallada en madera de ciprés y policromada, es la que se veneraba en la capilla mayor antes de que se colocase en ella el actual retablo a comienzos del siglo XVII. Según la tradición esta imagen la traía consigo el obispo Bernardo de Agen cuando tomó la ciudad. Es una imagen con hueco interior en el que se portaban las reliquias y las formas consagradas, que acompañaba al obispo en sus campañas, una virgen de las batallas o socia belli. Sostiene en la mano derecha una flor de lis. Estuvo largo tiempo recubierta de plata y luego fue desprovista de esa cobertura para recuperar su policromía, pero el rostro, ahora tan sonriente, debió de sufrir diversas modificaciones que la dotaron de una expresión mucho más gótica que románica.

Imposible sería enumerar siquiera la cantidad de altares y retablos de diversas épocas que pudimos admirar en el interior de la catedral. Solo mencionaré dos: el retablo de Santa Librada con el arca que guarda sus reliquias y la capilla funeraria de los Vázquez de Arce con la extraordinaria escultura del Doncel.

Con relación a esta Santa Librada de Sigüenza aprovecho para decir que en Galicia es conocida como Santa Liberata y cuenta con un santuario barroco en Baiona donde se dice que nació, allá por el sigo II de nuestra era. La reliquia que en él se venera - un brazo - procede de la catedral de Sigüenza de donde fue traída en 1689 por la gran devoción que la gente le tenía. La intención del pueblo era erigir un altar dentro de la Colegiata de Baiona, pero el obispado no lo autorizó, aunque sí favoreció la recogida de fondos para levantar una capilla que se construyó, entre 1695 y 1701, muy cerca de la colegiata. Quien trajo a Sigüenza las reliquias de la santa (el cráneo y la mitad de su cuerpo), fue su primer obispo y fundador de la diócesis, don Bernardo de Agen, pues era una santa de mucha devoción en Aquitania.

La capilla absidal que cobija el sepulcro del Doncel estuvo antiguamente dedicada a santo Tomás de Canterbury, dedicación que hizo el obispo Joscelmo en 1173, ya canonizado el santo a solo tres años de su asesinato en 1170. Justo ese año de 1170 es el de la llegada de Leonor de Inglaterra o de Plantagenet a Castilla para casarse con Alfonso VIII. La nueva reina será gran impulsora del culto a este santo que había sido gran amigo de su padre Enrique II y que acabó pereciendo por no someterse a los deseos del monarca.

Pero también diremos que la catedral tiene un hermoso claustro gótico donde antes hubo claustro románico, adosado al muro norte. Y en éste se abre una pequeña sacristía del siglo XII cubierta con bóveda de cañón, en el ángulo noreste. A su izquierda la antigua sala capitular construida en 1180, que luego fue librería del cabildo. Se cubre con una bóveda de ojivas. En su muro exterior un óculo entre dos ventanas de medio punto que se abren a la Claustra. Este muro se corona por el exterior con una línea de arquillos sobre ménsulas románicas figuradas.

Y, para mayor deleite, pudimos contemplar un bellísimo cuadro de El Greco, de su propia mano, al parecer la última Anunciación que pintó. En la más reciente restauración han descubierto en él la firma original. Visitamos una colección de tapices que está en una sala con cubierta de madera sobre grandes arcos diafragma, la solución aportada por Bernardo de Claraval para cubrir espacios de gran amplitud. En el románico de Sigüenza la encontramos en varias iglesias.

Visitamos después la cripta arqueológica en la que se han descubierto unas veinticuatro tumbas de apariencia antropomórfica, en cajas construidas con sillares bien tallados, las cabeceras con hueco para colocar en él la cabeza, orientadas todas hacia el este. Se cubrían con lajas de piedra y se acompañaban de estelas en muchos casos discoideas. Por las características de los restos óseos hallados se cree que los que aquí se enterraron eran los trabajadores que hacían la catedral, canteros y otros artífices, de musculatura muy desarrollada, con frecuentes fracturas y malformaciones debidas al duro oficio que realizaban. Se utilizaron las tumbas más de una vez, juntando hacia los pies del sarcófago los huesos del ocupante anterior. Son enterramientos de hombres y mujeres, éstas con características físicas similares a las que describen para los hombres, exponente de que también las mujeres participaban de los duros trabajos de la construcción catedralicia. Está la necrópolis situada en el patio sur, junto al muro de la catedral, un lugar de privilegiada ubicación que indicaría la alta consideración que se daba a estos artesanos.

Desde la catedral nos fuimos a visitar dos iglesias románicas, las de Santiago y San Vicente, iniciando a la vez el camino que nos llevaría, en constante ascensión por las calles seguntinas, hasta el Parador-Castillo de Sigüenza donde tendríamos la comida y en el que también visitamos la capilla románica que conserva. El director del Parador nos acompañó en esta visita, en grupos pequeños, por las escasas dimensiones de la capilla… ¡y porque en ella, tenían ya dispuesta una mesa para veinte comensales! Nuestras mesas nos esperaban en otro salón, el “Salón doña Blanca” que nos recordaba que en este castillo estuvo prisionera durante cuatro años doña Blanca de Borbón esposa de Pedro I de Castilla quien la repudió al segundo día de su matrimonio. ¡Pobre reina!

El Castillo está muy reconstruido, pero conserva parte de sus estructuras originales. Fue alcazaba musulmana y luego castillo cristiano, palacio siempre de los obispos de Sigüenza.

La iglesia de Santiago conserva portada románica, fue parroquial hasta el siglo XVI y pasó después a ser iglesia de las clarisas que estaban allí al lado. Está desacralizada, reconstruida y en excavación. Los Amigos de la iglesia de Santiago la abren al público al tiempo que recaudan fondos para su mantenimiento.

La de San Vicente tiene un Cristo de tipo cisterciense, con paño de pureza largo y solo tres clavos. En su cabecera plana una especie de absidiola de medio punto en cuyo interior se encuentra el sagrario y a ambos lados otros dos huecos también de medio punto. Ambas iglesias, la de Santiago y la de San Vicente fueron mandadas edificar por el obispo don Cerebruno en los años setenta del siglo XII lo que de ellas se conserva es de comienzos del XIII, por lo que debieron ser modificadas más tarde.

Como ya dije, en el Parador pasamos bastante tiempo entre visita del castillo y su capilla románica a la que accedimos por grupos …y la comida, claro. Pero … no habíamos olvidado que el motivo principal de la convocatoria eran las Asambleas Anual y Extraordinaria a celebrar este sábado día 6. El lugar de la cita, el centro cultural El Torreón. Allí nos fuimos.

De la primera asamblea ya tendréis noticia cumplida en el acta y de la segunda me cabe destacar la emotiva despedida de nuestro presidente José Luis Beltrán y la calurosa acogida a la nueva Junta Directiva a la que deseamos el mayor de los éxitos ¡que será el éxito de nuestra Asociación. Fue también la despedida, junto con la de José Luis de los vocales que han cesado en este acto, Rafael Molezún y Carlos Bouso. Los tres recibieron de manos del nuevo presidente, Francisco Javier de la Fuente Cobos, el preciado Crismón de Amigos del Románico. El agradecimiento de todos nosotros se manifestó en forma de un largo y fuerte aplauso.

Nuestros amigos astur cántabros sorprendieron al recién liberado de su cargo presidencial con un regalo en forma de libro: “El Libro de Santillana”. Ya había recibido José Luis otro regalo, el de Augusto Guedes, éste en forma de poema que el autor leyó y que le ofreció junto con un montaje fotográfico en el que aparece al lado de un precioso capitel románico de aves posadas en ramas, presentándolo como el árbol firme y acogedor que ha mantenido a nuestra Asociación durante su mandato.

El domingo por la mañana nos fuimos de ruta a contemplar in situ ejemplos del románico que nos había expuesto J. Arturo Salgado en su conferencia del primer día. A las cuatro iglesias que estaba previsto visitar se le añadió una más, la de Pozancos.

Conserva la iglesia de Pozancos su ábside semicircular de sillarejo con ventana central en aspillera formada con sillares, y una sencilla portada románica. Lo extraordinario, aunque nada románico es una capilla funeraria mandada edificar por un clérigo que fue arcipreste de Hita, entre otros cargos eclesiásticos, con un precioso sepulcro del siglo XVI. En el luneto sobre el sarcófago un importante cuadro del Sepulcro de Cristo, de pintor castellano de influencia flamenca, de vivo colorido. No es el original, que está en el Museo, sino una copia hecha ex profeso para poner a salvo la pintura auténtica.

No era este arcipreste el conocido literato, pero quien sí andaba por estas tierras y aquí se retiraba a escribir era el Infante Don Juan Manuel que en Pozancos acabó de escribir el libro primero de su obra el “Libro de los estados”, en mayo de la era 1368, según consta en el mismo.

Antes de Pozancos habíamos visitado ya Jodar del Pinar y Saúca. En Jodar, nuestra primera visita del día, nos hicimos la foto de grupo. En Saúca admiramos sus variados capiteles, varios con decoración figurada.

Luego iríamos a Palazuelos, pueblo con recinto amurallado y castillo mandados construir por el marqués de Santillana Íñigo López de Mendoza. La iglesia, con pequeño pórtico, solo tiene de románica una portada poco conservada pero merece verse su interior con elegante arco triunfal y retablos barrocos muy interesantes.

Y en Carabias nos hallamos con la galería porticada más completa, que rodea la iglesia por el sur, el este y el oeste. Al verla tan bien restaurada nos parece imposible que sus arcos estuvieran tapiados hasta los cimacios. Se utilizó como escuela.


En Carabias hicimos ya la pausa para la comida, último acto de los programados para la ocasión que nos congregó en estas tierras. Precioso el lugar, agradable la compañía, pero con la necesidad de ir abandonando al grupo porque a algunos nos esperaban muchos kilómetros para el regreso a casa. Al despedirnos nos transmitíamos unos a otros nuestra satisfacción por el buen desarrollo de todos los actos conseguido gracias a los desvelos y maestría en la organización del equipo de FSR, de Montse Rota y Alicia Padín. Y no olvidaré nuestro agradecimiento al equipo de documentalistas que nos facilitó tan buena información, preciosa ayuda para acercarnos al románico seguntino en sus diversos aspectos.

Muchas gracias a todos.

M. J. González.