En la película "La mujer de rojo", protagonizada por la guapísima Kelly LeBrok y por el gua... y por el actor Gene Wilder,  hay una voz en off que en un momento clave dice:"Cuidado con lo que deseas, porque puede que lo consigas". Con este espíritu iniciamos los AdR este nuevo FSR, dispuestos a ver románico hasta no poder más. Y a fe que lo conseguimos.

Ya desde el viernes y antes de llegar al lugar de la cita, algunos pudimos empezar a disfrutar de este románico zamorano, no una vez, sino varias, una por cada vuelta que dábamos intentando encontrar el hotel. Después, cena, sorteo de un libro (en esta ocasión no de un crismón) y paseo nocturno por Zamora, con copa incluida, para coger fuerzas antes del exigente sábado que nos esperaba.

Ya por la mañana temprano (muy temprano) y en el autocar, nos presentaron a José Miguel Lorenzo, Doctor en Historia Medieval, miembro del proyecto cultural Soria Románica      y una de las agradables sorpresas del fin de semana. Con él recorrimos      Santa Marta de Tera, auténticamente delicioso el capitel del alma salvada, en el arco triunfal, Santa María del Azogue  con sus monumentales ábsides y San Juan del Mercado con los tres reyes magos dormidos en la portada sur, estas dos últimas en Benavente. A pesar de lo apretado del programa, tuvimos tiempo de tomar un café y de escuchar los curiosos versos que nos recito José Miguel sobre el papel de San José en la Natividad. Están transcritos en "Teatro medieval de la Edad Media", en la edición de Ronald Surtz (Taurus: 1992, p. 77) y se trata del comienzo de "La representaçión del nasçimiento de Nuestro Señor, a intançia de doña María Manrique, vicaria en el monesterio de Calabaçanos, hermana suya".

¡O viejo desventurado!
Negra dicha fue la mía
en casarme con María
 por quien fuesse desonrado
.

Yo la veo bien preñada;
no sé de quién nin de cuánto.
Dizen que d'Espíritu Santo,
 mas yo d'esto non sé nada. 

Después de cinco horas en pie (qué desgracia esto de tener que madrugar para poder ver románico) era el momento de comer y reponer fuerzas. Lo hicimos en un restaurante a las afueras de Benavente, sin saber que lo mejor del día estaba aún por venir: el Monasterio de Santa María de Moreruela, o para ser exactos, sus ruinas.

Después de ver lo que vi, no me puedo imaginar cómo me haría sentir si lo hubiera visto cuando estaba en pie. Ese exquisito equilibrio a pesar de su monumentalidad, combinado con las explicaciones de José Miguel, lo convierten en algo único, irrepetible, que justificaría por si solo este fin de semana. Naturalmente sus siete ábsides fueron el mejor fondo posible para nuestra ya tradicional foto de grupo.

Hasta aquí llegaba el compromiso que José Miguel quiso tener con AdR y naturalmente nosotros quisimos corresponder entregándole a través de nuestro vicepresidente Luis David Gago un libro y el último número de nuestra revista.

De vuelta a Zamora José Miguel le dio el relevo a José Luis Hernando, al que casi todos conocíamos de nombre y casi nadie personalmente, lo que generó no poco desconcierto, ya que todos esperábamos a alguien de más edad y seguramente con menos expresividad en las manos. En cualquier caso enseguida se vio que estábamos ante alguien muy especial: diez años en la Fundación de Aguilar de Campoo, colaborando entre otras cosas en la realización del Diccionario del Románico, cuatro como conservador del Museo Etnográfico de Zamora, numerosos artículos y libros en su haber. Todo eso empezó a cristalizar en el interior de la iglesia de la Magdalena, en cuanto empezó a hablar de los cenotafios, de la estructura general de la iglesia, de su contexto histórico.... Lástima que la presencia de otros grupos que también querían disfrutar de esta maravilla de templo desluciese un poco la explicación al acceder a él en masa, sobre todo en la parte del sepulcro, que por un momento se convirtió en el camarote de los Hermanos Marx. Al salir al exterior tampoco tuvimos mucha suerte, ya que el desfile de Gigantes y Cabezudos con su correspondiente fanfarria (Zamora estaba que ardía en fiestas) no dejaba escuchar bien (yo creo que todo esto fue un complot de los pérfidos amigos del gótico, que nos querían boicotear).

Nuestro recorrido continuó en la iglesia de San Cipriano y aquí si que pudimos disfrutar de las explicaciones de José Luis y de la originariamente iglesia de tres naves, aunque no lo parece ahora   después de la rehabilitación, así como de sus tres crismones, una auténtica singularidad en estas tierras.

Para terminar el día, visitamos Santa María la Nueva, un templo elegante que actualmente tiene nave única aunque quizá en algún momento haya tenido tres y en la que según se dice se produjo el famoso motín de la trucha. A destacar, al menos para mí, los capiteles del ábside: arcaicos, esquemáticos pero con un encanto irresistible.

Agradeciendo a José Luis Hernando con nuestros regalos institucionales, el tiempo y los conocimientos con los que nos había obsequiado, nos dispusimos a descansar e hidratarnos un poco ya que como nos dijo el propio José Luis, un exceso de románico puede ser malo para los nervios e incluso para el colesterol.

Para esta noche del sábado no había concertada cena (otro acierto de los organizadores), por lo que estuvimos de tapas por  “el barrio húmedo”, algo que aconsejo a todo aquel que venga por estos pagos.

La cita para la mañana del domingo era en la Puerta del Obispo, en  la catedral, a las nueve y media (para mi sigue siendo muy pronto), donde nos estaba esperando Fernando José Pérez director del proyecto Zamora Románica. Si la atención que nos dispensaron los guías del sábado fue excelente, la recibida por estos expertos restauradores, resultó aún superior, ¡pero si hasta nos hicieron regalos!

Después de una breve presentación, seguimos a Fernando hasta la iglesia de Santiago el Viejo, donde según algunos se nombró caballero a “El Cid” y donde nos esperaba nuestro guía del domingo: Sergio Pérez. Da gusto comprobar que gente tan joven (al menos para mí lo son) está tan involucrada en el arte de la restauración y tan dispuestos a compartir sus conocimientos con los demás. Allí nos explico someramente sus objetivos y métodos de trabajo de la mejor manera posible: sobre el terreno.

De esta iglesia habría que destacar su piso a dos alturas, los capiteles tanto del ábside como los del arco triunfal y desde luego la avalancha humana que se produjo para fotografiarlos.

De allí nos dirigimos a San Claudio de Olivares, con una de las mejores colecciones de escultura románica de toda Zamora. El capitel de los centauros es realmente para enmarcar.

La última cita de este FSR era la iglesia de Santo Tomé. Iglesia que al igual que la de San Cipriano se encuentra muy reformada y reconvertida en una nave. No hay que dejar de ver un canecillo onanista situado en la parte norte del ábside, los capiteles interiores del ábside norte que representan la Epifanía y la adoración de los pastores y un óculo en forma de estrella situado en el ábside sur  con   correspondencia al exterior y que no se alcanza a conocer su función.

Y con este último templo llegó el final de esta visita por el románico zamorano, aunque para algunos todavía siguió un poco más, ya que nuestros anfitriones de Zamora Románica todavía tenían fuerzas para seguir con las explicaciones de otros templos en cuya restauración habían intervenido. Vaya desde aquí, otra vez, nuestro más sincero agradecimiento, así como a Patrimonio Zamora y al proyecto Soria Románica.

No quiero terminar esta relación de hechos sin dar especialmente las gracias a Luis David Gago y a Javier de la Fuente, los organizadores de este fin de semana, que como siempre nos han obsequiado con los mejores lugares y las mejores explicaciones.

Por Carlos Moreno Vázquez