UN PREÁMBULO ROMÁNICO. Conferencia y cena de AdR en San Sebastián        

     

Por José Alberto de Quintana, mayo 2009 

     

Era muy tentador. El poder asistir a la cena y conferencia previa al fin de semana Románico nos decidió acercarnos a San Sebastián para poder estar un rato, ya que no podíamos asistir al viaje, con los amigos de siempre en el románico.            

De la conferencia previa sólo voy a hacer una pequeña reseña. Comenzó con la presentación de Javier, alias el Becario, de las jornadas que se avecinaban. Escueto, claro y conciso… no se puede pedir más. Lola nos presentó en profundidad al ponente: Juan Antonio Olañeta. Y digo en profundidad porque, aparte de los datos académicos y sus múltiples facetas entre crismones y claustros, nos enteramos de otras, como su predisposición a los chistes, y contarlos bien, y su "misteriosa" relación con las berenjenas.

La conferencia en sí, nos adentró en el mundo de las sincronicidades que la escultura románica presenta por los diversos templos del Camino de Santiago Francés (concretamente en la comarca del Bearn) y el Español.      

Las coincidencias de talleres y modelos, la influencia de Cluny, las políticas matrimoniales entre reyes de Francia y Castilla, fueron desgranándose en boca de Juan Antonio, con esa facilidad que da el saberse escuchado por amigos. La historia, la piedra y sus avatares medievales por las comarcas del Bearn y el Camino fueron desarrollándose de una forma comprensible y sencilla para todos. Hubo comentarios, preguntas y muchos aplausos. La impecable presentación multimedia y la certera diana del puntero laser, ayudaron un montón. Enhorabuena.      

Y tras la conferencia, la cena.      

Una vez más, con una calidad excelente en los platos a la que nos tienen acostumbrados los restauradores donostiarras (y lo digo yo, que soy bilbaino)      nos dedicamos a hacer acopio de fuerzas para sobrellevar el madrugón del día siguiente para los que iban de viaje en pos de esas piedras que tanto nos gustan y que se empeñan, a pesar del paso de los siglos, en gritarnos verdades y llamar a nuestros corazones para hacernos un poquito mejores.      

El reencuentro con antiguos amigos, Juan Antonio, Ceferino, Lola, Jaime y esposa, Begoña, Braulio, y tantos otros, nos dio paso a esa envidia por quienes, a lo largo de dos días iban a compartir camino, saber, escenas y conocimiento, en la agradable compañía de los AdR.      

Y con esa sana envidia y cargados de los abrazos recibidos y dados, nos encaminamos de nuevo rumbo a Bilbao, deseando unas muy felices jornadas a los que emprendían viaje.      

Tiempo habrá para hacer nuevas incursiones en el mundo de las piedras románicas en tan grata compañía.                   


     

CRÓNICA DEL VIII FSR: POR RUTAS FRANCESAS DE PEREGRINACIÓN

     

Por Ángel Bartolomé Rial, mayo 2009 

     

Esta crónica va dedicada a Miguel Baños Maestro, para que tarde mucho en perder la inocencia de la mirada, la timidez de la sonrisa y los buenos modales.

     

La cita era en San Sebastián, en el Hotel Amara, a las 19:00 horas del día 15 de mayo, festividad del glorioso S. Isidro; allí nos recibía Javier de la Fuente, con la inestimable colaboración de Lola Valderrama, para darnos las acreditaciones, mientras nuestro ilustre conferenciante y Vicepresidente atendía a la prensa local. Terminada su comparecencia periodística, pasamos      a uno de los salones del hotel donde Juan Antonio Olañeta nos ilustró, con la amenidad que le caracteriza, sobre las "Vinculaciones entre la escultura románica hiba y la del Béarn". Después de un pequeño turno de palabra, pasamos directamente a dar buena cuenta de la cena de confraternización programada para esa noche. Finalizada la misma, hubo quienes optaron por retirarse prudentemente (había que madrugar, y mucho, al día siguiente), mientras que otros decidieron seguir confraternizando alrededor de un gin tónic. Comentario general: la cantidad de caras nuevas presentes en este viaje; buena señal.

      Con precisión suiza y puntualidad japonesa, el autobús partió rumbo a St.-Sever, a donde llegamos, ilusionados como escolares, al cabo de un par de horas; allí ya nos estaban esperando nuestros dos cicerones franceses, que nos acompañarían y guiarían a lo largo de todo el FSR, el profesor Philippe Moreau y Guy Sans; sábado radiante y día de mercado en la localidad. Una vez dentro, pudimos admirar la grandiosidad de la iglesia abacial, con sus tres naves, sustentadas por poderosos pilares compuestos, sus dos transeptos y sus siete ábsides escalonados.      

Amén de su esbelta arquitectura, Saint-Sever destaca por dos motivos: primero, por los más de 60 capiteles de todo tipo que adornan el interior de la iglesia: los hay vegetales, animalísticos y figurativos, destacando, de entre estos últimos, los dos que se encuentran a ambos lados de la entrada occidental, representando el martirio de San Juan Bautista  y unos enigmáticos personajes subiéndose a unos arbustos (alguien ha querido ver en este capitel la representación del Árbol de Jessé); el segundo motivo por el que se sienten orgullosos los habitantes de Saint-Sever es por su conocidísimo Beato, que actualmente se conserva en la Biblioteca Nacional de París; los AdR ya íbamos advertidos de su importancia gracias al excelente trabajo preparado por José Luis Beltrán para la documentación del viaje: claridad, concisión y precisión, esas son sus características. En un pequeño y destartalado museo se exponen unas desvaídas fotografías de las ilustraciones del original, que nos permitieron hacernos una idea del maravilloso trabajo llevado a cabo por aquellos copistas e ilustradores de los scriptoria medievales. Acabada la visita, de nuevo al autobús, donde, para escarnio de nuestro Sr. Presidente, hubimos de esperarle varios minutos, con la consiguiente reprobación general, como es preceptivo.      

Doce kilómetros al sur se encuentra la localidad de Hagetmau, en cuyas afueras se localiza la cripta de Saint-Girons, pequeño joyero románico que encierra en su planta pentagonal un conjunto de catorce piedras preciosas de la escultura bearnesa en forma de capiteles, los cuales coronan otras tantas columnas, diez adosadas a los muros y cuatro      exentas; entre los capiteles los hay de temática muy variada y de unas labra exquisita, destacando los dos figurativos que representan el banquete del rico Epulón y el pobre Lázaro, por un lado, y la prisión y liberación de S. Pedro, por otro. Contemplando esta maravilla, uno se pregunta: si así es la cripta, ¿cómo sería la abadía construida encima?

Caminando, es un decir, hacia Aire-sur-l'Adour, nos detuvimos en el pequeño pueblo de Duhort-Bachen, donde dimos cuenta del menú previamente acordado y diligentemente servido; a la salida, en la plaza del pueblo, nos tiramos a la hierba para hacernos la primera foto de grupo.      

Sin más dilación, nos dirigimos a la siguiente visita: Aire-sur-l'Adour, donde ya nos estaba esperando Mme. Gilberte Pandard, Teniente de Alcalde de Cultura del Ayuntamiento de esta localidad, quien, con la característica amabilidad francesa, nos hizo el recorrido de la iglesia, tanto exterior como interiormente. La iglesia de Sainte-Quitterie se levantó sobre un antiguo templo romano dedicado al dios Marte, en dos niveles: la cripta y la iglesia superior; la primera encierra una joya del arte paleocristiano del s. IV: el sarcófago de mármol blanco que ha servido de sepulcro para el cuerpo de la joven Quitterie, princesa visigoda que fue decapitada por su prometido cuando se enteró de la fe que profesaba. La iglesia superior, aunque en su mayor parte rehecha en el s. XIV, conserva a ambos lados del tramo recto del ábside sendas arquerías románicas con cuatro columnas y cuatro capiteles cada una, con temas sacados tanto del Viejo como del Nuevo Testamento.

 Nuestros dos guías franceses, Philippe y Guy, insistieron en llevarnos a visitar la portada de una iglesia que no estaba en nuestro itinerario, Sévignacq, pero que nos pillaba de camino hacia Oloron-Sainte-Marie y que, como íbamos bien de tiempo y hacía una tarde espléndida, decidimos, por consenso, acercarnos a verla y, ¡vive Dios! que no nos defraudó, sino todo lo contrario:      esa arquivolta plena de personajes casi de bulto redondo y en actitudes un tanto procaces, bien mereció el pequeño desvío, y aunque hubiera sido mayor.

Esta vez sí, siguiendo al coche de Guy, que nos hacía de lanzadera, nos plantamos ante la magnífica y perfectamente bien conservada portada meridional de la catedral de Sainte-Marie de Oloron-Sainte-Marie, donde ya nos esperaba nuestro tercer cicerone: Pierre-Louis Giannerini, quien ha escrito varios libros sobre el románico oleronense y quien nos descifró los misterios interpretativos de dicha portada en francés, con traducción simultánea un tanto sui generis de Philippe. Como el tiempo apremiaba, nos dirigimos con cierta premura a conocer la otra iglesia románica de Oloron-Sainte-Marie: la iglesia de la Sainte-Croix, en la que, a pesar de los andamios y lonas que la cubren en su mayor parte, pudimos deleitarnos con su cúpula de reminiscencias hibo-moriscas y que tantas concomitancias artísticas tiene con las de Eunate, Torres del Río, Almazán, etc.      

Cansados, pero satisfechos, nos llevaron al coqueto Hotel Alysson donde, después de acomodarnos, dimos cumplida cuenta de la cena bien merecida; una copa y la charla a horas intempestivas, para el horario francés, cerraron      con broche de oro esta fantástica jornada de amistad románica.      

Bien descansados, la mayoría, emprendimos al día siguiente, domingo, el camino a Lescar, donde, antes de que la iglesia se llenara de inocentes primeros-comulgantes, pudimos disfrutar de esta magnífica catedral románica dedicada a Notre-Dame      y que, a pesar del excesivo celo reconstructor característico de finales del s. XIX, conserva su estructura original de tres naves rematadas con      otros tanto ábsides, así como una gran cantidad de capiteles originales (otros, fantasiosamente rehechos) de temática muy variada, los cuales hicieron las delicias de nuestros "japoneses" y "japonesas", que cada día son más y mejores. Destacable es el mosaico románico que rodea el interior del ábside y que, tras las últimas limpieza y restauración luce en todo su esplendor: ¿quién no ha visto alguna vez representado al célebre arquero con su pata de palo y la escena del asno que lleva atado a su cola a un perro o un zorro, según otros? Pues nosotros tuvimos el privilegio de verlos in situ y a escasos centímetros.    

Sin tiempo que perder, y después de aprovisionarnos de algún que otro tentempié, nos dirigimos sin pérdida de tiempo a nuestra, ¡ay!, última visita: l'Hôpital-Saint-Blaise, que como su nombre indica, se alzaba en pleno Camino de Santiago para acoger a los peregrinos antes de cruzar los peligrosos pasos de los Pirineos. De la hospedería sólo queda el recuerdo, pero no así de la iglesia, magnífico ejemplar de románico avanzado, en el que destacan su ábside poligonal y su cúpula, semejante a la de Sainte-Croix de Oloron-Sainte-Marie y a las arriba citadas en territorio hibo. A la salida de la visita comentada,      segunda foto de grupo.       

Allí mismo satisficimos el hambre atrasada y puesto que el tiempo apremiaba, nos despedimos de nuestros amigos franceses, agradeciéndoles su entusiasmo, cordialidad y generosidad, y emprendimos el viaje de regreso un tanto apuradillos, pues había quien temía no llegar a tiempo de coger el avión, el tren o el autobús, cosa que no ocurrió, pues el horario se cumplió escrupulosamente.

No puedo terminar esta crónica (perdón si ha resultado excesivamente extensa, pero había mucho y bueno que contar) sin agradecer pública y efusivamente la labor llevada a cabo por Lola Valderrama e Ignacio Fernández, auténticos "alma mater" de este altamente satisfactorio VIII FSR.